Nuestras madres

Nos acercamos al día en que conmemoramos el rol materno, les comparto esta reflexión extraída de un medio de comunicación de Rio Cuarto.

 

Mi mamá se apaga.

Se detiene absorta por largos ratos, observando las manchas de la pared o los pliegues de la sábana que ya juzga sucia (aunque se la hayan cambiado por la mañana)
Recita implacable los nombres de sus compañeras de la primaria de hace 75 años, pero no logra recordar lo que le dije por quinta vez hace 5 minutos. Mi mamá se muere, se termina su tiempo bajo el sol. Una vida larga y hermosa, pletórica de hijos y nietos y amigas y plantas y comidas ricas con elegantes tazas de té. Mi mamá hoy se apaga, pero brilló como una luz fulgurante, elegante, presumida. Formó parte de la sociedad de su tiempo, de su ciudad, de su patria. Educó heróica hijos sanos y felices y fue esposa noble y vecina leal. Hoy mi mamá prepara su valija, cuidadosamente, como siempre. Acomoda sus enaguas y vestidos con prolijidad religiosa, sus pinturas, sus perfumes, sus caminos de mesa y las fotos de sus hijos. Estamos en paz. Hasta hoy pudimos mimarla y protegerla con amor con decoro y con respeto. Tuvimos mucha suerte. No se si le queda poco o mucho, Dios dirá, pero ésta parte del camino, seguro, lo recorreremos juntos y con la mayor dignidad posible. Quizás en algunos momentos no sepa quienes somos, no reconozca su casa y adivine fantasmas por entre los pasillos de la casa vieja. Saludara como presentes a parientes viejos que partieron de este mundo hace tiempo, acariciara gatos barcinos del pasado o a “Capitán” el perro atorrante que tanto la quiso. Me pedirá cosas imposibles y discutirá por nimiedades. Gracias a Dios, ahora que ella se vá yo estoy ahí. Sosteniendo su mano o llenando su vaso de agua que languidece en la mesa de luz.
Que ella se apague no debe ser triste. No es ni más ni menos que el triunfo de la vida. Logró vivir una vida larga y plena e inundó de amor y cariño a todas las almas que pasaron a su lado.
Me acecha la amargura y el remordimiento. Pero eso es francamente una impostura, un espejismo. Se nos exige la misma dignidad en cualquier parte del camino. Seamos justos. La vida es un regalo con fecha de vencimiento y eso lo sabíamos todos. Mirar hacia otro lado es traicionarnos, es desconocer las reglas justo cuando no nos favorecen.
Todas las flores del patio tienen algo de su nombre, todos los rincones de la casa, todas las esquinas del pueblo.
Mi mamá se apaga, transmuta, se despide de a poco.
En algunos instantes fugaces me trata como al niño que fuí. Acaricia mi cabeza y me pide que me abrigue el pechito, tome toda la sopa, y me porte bien en el colegio. Yo le digo que se quede tranquila y le cuento que me saqué una buena nota en matemáticas, que tenía muchas ganas de venir a tomar la leche mientras veo la tele y que la chica del banco de enfrente me mandó una cartita de amor.

(Homenaje a los pacientes de demencia senil- Otro Punto)

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Ernesto Pedro Cerdá

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